Vincent Guilamo-Ramos, PhD, MPH, LCSW, RN, ANP-BC, PMHNP-BC, FAAN, es decano, profesor distinguido de la Escuela de Enfermería de Duke University y vicerrector de Asuntos de Enfermería de Duke University. Además, es el director y fundador del Centro para la Salud de Adolescentes y Familias Latinas (CLAFH, por sus siglas en inglés) en Duke University.
Su investigación y trabajo como enfermero de práctica avanzada se han enfocado en la salud reproductiva de los adolescentes, incluyendo el VIH. ¿Qué lo llevó a enfocarse en este tema?
Creo que lo que en realidad me llevó a enfocarme en este tema fue crecer en el vecindario South Bronx, en la ciudad de Nueva York. En el vecindario en el que crecí había muchas personas jóvenes que se parecían a los jóvenes de toda la ciudad de Nueva York y de los Estados Unidos. A pesar de tener similitudes, noté que los resultados eran diferentes, que había tasas altas de embarazos no planeados y que las infecciones de transmisión sexual eran más comunes. Adicionalmente, a finales de los años 80 y a comienzos de los años 90 noté que en mi vecindario se estaba volviendo más común ver a personas que vivían con el VIH.
Como hombre latino y gay, conocía a jóvenes de color que vivían con el VIH y, en algunos casos, con SIDA. Recuerdo tener un amigo que era un hombre latino joven y que vivía con SIDA. Estas experiencias convirtieron este problema en un asunto muy importante para mí. En la salud sexual y reproductiva, especialmente en relación con el VIH, el trabajo se cruza con los determinantes sociales de la salud, la justicia social y los problemas de equidad que rodean a la epidemia. Esos son los temas que siempre han estado muy presentes en mi forma de ver mi vida y el trabajo que realizo.
Su último artículo en la revista The Lancet HIV, titulado “¿Están los Estados Unidos al corriente para acabar con la epidemia del VIH?” se habla sobre cómo a pesar de que las infecciones del VIH en general se han reducido en un 19 por ciento entre 2010 y 2021, para algunas comunidades las nuevas infecciones del VIH están disminuyendo muy lentamente, se están estancando, o en algunos casos, están aumentando. Según los resultados de su investigación, ¿cuáles comunidades están siendo ignoradas?
Como contexto, mi artículo se concentra en el seguimiento de la iniciativa Acabar con la Epidemia del VIH (EHE, por sus siglas en inglés) bajo el plan federal actual y si las tendencias actuales de prevención y tratamiento del VIH nos permitirán alcanzar nuestra meta de acabar con la epidemia en los Estados Unidos para el año 2030. En primer lugar, de ninguna manera quiero sugerir que todo el trabajo de los últimos cuarenta años no ha producido mejoras significativas. Un aspecto evidente desde hace algún tiempo es que menos personas están hospitalizadas a causa de SIDA, al menos en los Estados Unidos, y que los jóvenes que podrían haber estado hospitalizados continúan creciendo y alcanzando vidas significativas como personas que viven con el VIH.
Ese progreso es genial y es algo sobre lo que debemos sentir orgullo. Al mismo tiempo, aunque hay mensajes que resaltan todos nuestros éxitos, se ha prestado menos atención en las áreas donde el progreso no es equitativo.
Hay grupos en los que ha habido progreso y las cifras de infecciones nuevas ha disminuido cada año. La comunidad afroamericana es un excelente ejemplo de progreso, aunque la tasa de progreso todavía es demasiado lenta. Se sostiene que, en relación con otros grupos raciales/étnicos, las personas afroamericanas tienen la incidencia del HIV más elevada. Por lo tanto, aunque representan un progreso, las cifras siguen teniendo proporciones inaceptables.
Cuando pienso en mi propia comunidad, la comunidad latina, esto es algo que se ha mantenido invisible en su gran mayoría. Estoy utilizando la palabra “invisible” de manera intencionada. Durante más de diez años, los casos entre latinos se han mantenido considerablemente constantes, lo que resulta alarmante. En otras palabras, la incidencia del VIH en la comunidad latina ha disminuido un cero por cierto entre 2010 y 2021, en comparación con la disminución general de 19 por ciento. La innegable verdad es que la prevención y el tratamiento del VIH en los Estados Unidos no está cumpliendo adecuadamente las necesidades de la comunidad latina.
También vemos que entre los jóvenes negros y latinos hombres que tienen sexo con hombres (HSH) ha habido aumentos drásticos en cuestión de estimaciones sobre nuevas infecciones del VIH. Específicamente, entre 2010 y 2021 la cifra estimada de nuevas infecciones anuales había aumentado dos tercios para jóvenes negros y latinos HSH. Esto es simplemente inaceptable dado las herramientas con las que contamos. Estas cifras sugieren que las herramientas que tenemos no están alcanzando a las poblaciones adecuadas de manera consistente. Significa que existen fallas sistémicas en las que no podemos implementar todas las opciones de prevención y tratamiento de modo que se prevengan más transmisiones. Esto significa que necesitamos retroceder un poco y redoblar nuestros esfuerzos. Si vamos a alcanzar las metas establecidas de Acabar con la Epidemia del VIH para el año 2030, necesitamos hacer algunas cosas de manera diferente. Nosotros creamos dos recursos fáciles de usar para ayudar a correr la voz sobre las mejores herramientas que aumentan las oportunidades de acabar con la epidemia del VIH para el año 2030. Aquí se pueden ver un video corto y un libro digital interactivo.
Uno de los resultados más destacados es que se estima que más de una de cada cuatro mujeres transgénero latinas y negras viven con el VIH. ¿Cómo podemos elevar sus necesidades y conectar a esta población vulnerable con los servicios de prevención y tratamiento?
Yo siento gran respeto hacia la comunidad transgénero por su increíble defensoría. Las personas transgénero han estado luchando por sus vidas, luchando para que sean reconocidas y para satisfacer sus necesidades. Creo que la razón principal por la que observamos estas desigualdades es la invisibilidad y el estigma asociados con la comunidad transgénero. Pienso que el seguro médico a nivel de políticas no está ofreciendo la gama completa de servicios de salud sexual y reproductiva, incluyendo los tratamientos de afirmación de género que necesita la comunidad transgénero.
Además, la falta de personas transgénero que ocupen roles importantes de liderazgo, incluyendo roles al frente de los programas de prevención y tratamiento, también es parte del problema. Pienso que eso también se extiende a las políticas. Muy pocas veces tenemos a personas transgénero en roles significativos de liderazgo. Es importante tener a una persona que se desempeñe públicamente en una posición de liderazgo, una persona que cree conciencia sobre las contribuciones de las personas transgénero para todas las personas.
Finalmente, si queremos alcanzar a las comunidades que sufren efectos desproporcionados con el VIH, necesitamos abordar las condiciones sociales que conllevan a las desigualdades de salud. Si no podemos abordar problemas sociales agravantes como el desempleo, la falta de seguro médico, el racismo, la homofobia, o la transfobia, no podremos alcanzar las metas establecidas en la iniciativa EHE. Siendo más precisos, necesitamos nuevas ideas sobre cómo abordar los determinantes sociales de la salud dañinos en los Estados Unidos. Ejemplos recientes de la profesión de enfermería resaltan nuevos enfoques prometedores, como el enfoque de DUSONtrailbalzer.
Otra estadística muestra que entre 2010 y 2021, la incidencia anual estimada de jóvenes hispanos/latinos que tienen sexo con hombres (HSH) aumentó un 65 por ciento, mientras que durante el mismo período la incidencia del VIH disminuyó cinco por ciento entre jóvenes blancos HSH. ¿Qué factores determinan esta desigualdad alarmante?
No les estamos fallando solamente a los jóvenes hispanos/latinos HSH, les estamos fallando a todos los jóvenes HSH. Debería ser una emergencia nacional que las cifras de prevalencia que referenciamos en el artículo sean tan elevadas y, es completamente inaceptable que las personas jóvenes empiecen sus vidas adultas viviendo con el VIH y que estas cifras continúen incrementando a pesar del progreso general alcanzado.
Debemos reconocer que las personas jóvenes tienen mejores resultados en los servicios a los que llamamos “de fácil uso para jóvenes”. Los servicios de atención de salud para la prevención y tratamiento del VIH que sean de fácil uso para los jóvenes abordan específicamente las necesidades de desarrollo de las personas jóvenes. También es cierto que mucha de nuestra infraestructura de prevención y tratamiento no alcanza a las poblaciones que experimentan aumentos drásticos de incidencia, como los jóvenes de color HSH. No estamos alcanzándolos adecuadamente para llevar a cabo pruebas, prevención y tratamiento. Se nos dificulta mantener su supresión viral. En cada indicador, ya sea pruebas del VIH, uso de PrEP o resultados de tratamiento en todas las etapas de la atención de salud, las personas jóvenes obtienen peores resultados que sus homólogos adultos.
Esto sugiere que el sistema para la prestación de servicios de prevención y necesidades de tratamiento debe ser diferente para las personas jóvenes. Nosotros sabemos que cuando tenemos programas centrados en la juventud, los resultados tienden a mejorar significativamente porque se incorporan servicios de fácil uso para los jóvenes, incluyendo servicios globales personalizados para las necesidades de las personas jóvenes.
Su artículo concluye que “sin la implementación de una respuesta nacional equitativa para el VIH, no podemos acelerar el progreso de manera suficiente en los siete años que restan para alcanzar la meta [de acabar con la epidemia del VIH en los Estados Unidos] para el año 2030.” ¿Puede contarnos más sobre cómo debe ser una respuesta nacional equitativa?
El panorama general es mucho más complicado de lo que voy a resaltar, pero para tener una explicación breve, pienso que ante todo debemos priorizar la prevención de la salud pública y la promoción de la salud. En este momento, la mayoría del dinero que invertimos en la atención de salud se enfoca en el tratamiento de enfermedades y no en su prevención. La realidad es que, como país, debemos invertir mucho más en la prevención de enfermedades en lugar de únicamente tratarlas. Esa es la prioridad principal: dejar en claro que un sistema de salud equitativo significa invertir en la salud pública, en la promoción y la prevención de la salud.
En segundo lugar, diría que necesitamos abordar los problemas de la fuerza laboral de salud pública. Por mucho tiempo nuestra fuerza laboral ha sido principalmente biomédica. Hemos tenido la tendencia a enfocarnos en doctores de enfermedades contagiosas, sin prestarle atención adecuada a otros miembros importantes del equipo de atención, incluyendo a los profesionales de enfermería de práctica avanzada, de apoyo médico y de farmacia. Debemos pensar en una fuerza laboral que incluya tanto roles clínicos como no clínicos, que incluya a personas con experiencias de vida con el VIH y, que incluya a especialistas de salud mental y de adicción. Pienso que un sistema de salud equitativo significa hacer uso de una fuerza laboral más amplia que sea diversa e inclusiva en cuestiones de etnia, raza, identidad y profesión. Estas ideas deben estar al frente de nuestros esfuerzos para acabar con la epidemia.
La tercera parte es el estigma, un problema enorme en el contexto del VIH. Debemos reconocer como país que hasta que no tengamos las conversaciones difíciles sobre la salud sexual y reproductiva y, hasta que no las convirtamos en conversaciones que todas las familias establezcan, las personas que viven con el VIH o que están en riesgo de contraer el VIH continuarán experimentando vergüenza, culpa o sentimientos de aislamiento y discriminación social. Desafortunadamente existen muy pocos recursos que apoyen a las personas jóvenes que viven con el VIH para reducir el estigma relacionado con el VIH. Es por ello que en nuestro grupo creamos NO FEARS. NO FEARS es una historia animada de un hombre joven latino viviendo con el VIH y luchando por reducir el estigma con la ayuda de su familia.
Por último, diría que necesitamos pensar sobre los determinantes sociales de la salud que conllevan a las desigualdades de salud. No podemos centrarnos solamente en la atención clínica. Para mí es muy claro cuando trabajo con una persona joven que el 80 por ciento de la batalla se relaciona con cosas que suceden en su vida por fuera del encuentro clínico y por fuera de las cosas que puedo resolver inmediatamente con la atención médica. Es necesario que sea todo un sistema: sus escuelas, familias, organizaciones comunitarias. Un sistema que apoya a esta persona y a todos nosotros para mantener y prevenir resultados de salud negativos.
En julio, el Subcomité de Trabajo, Servicios Humanos y de Salud, Educación y Organismos Relacionados de la Cámara de Representantes (LHHS, por sus siglas en inglés) propuso un proyecto de ley de apropiaciones que elimina la financiación para la iniciativa Acabar con la Epidemia del VIH (EHE, por sus siglas en inglés) en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Desde su perspectiva, ¿cómo podría esta propuesta de proyecto de ley afectar nuestro progreso para acabar con la epidemia para el año 2030?
Esto es básicamente horrible. El Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (HHS, por sus siglas en inglés) lanzó en 2019 la iniciativa Acabar con la Epidemia del VIH (EHE, por sus siglas en inglés). La iniciativa busca reducir las infecciones nuevas del VIH en los Estados Unidos en un 90 por ciento mediante la ampliación de estrategias claves de prevención y tratamiento del VIH. Lo que distingue a esta iniciativa es que se enfoca en los 48 condados y siete estados en los que presentan más de la mitad de los diagnósticos nuevos del VIH. Por fortuna priorizamos áreas geográficas con incidencia elevada del VIH, porque nos ofreció un plan de acción sobre cómo podríamos priorizar nuestros servicios de prevención y de tratamiento.
Es muy evidente que durante los años que el programa EHE estuvo vigente (antes del COVID), el promedio de cifras de infecciones nuevas del VIH disminuyó drásticamente. Por lo tanto, parece que el programa está funcionando. Eso no significa que no podemos hacer más ni que no necesitamos amplificar o intensificar nuestros esfuerzos. Sin embargo, si en los Estados Unidos no hay un programa enfocado en acabar con la epidemia del VIH, posiblemente podríamos volver a donde estábamos antes del programa. Para mí, es escalofriante pensar en esto.
Si el gobierno federal me preguntara sobre la próxima iteración de la EHE, diría que estamos en el camino indicado. Hemos progresado, pero este es el momento perfecto para contemplar que el progreso no es equitativo. Necesitamos pensar sobre cómo concentrarnos en esas poblaciones que han sido ignoradas.